Frente a la globalización, cáncer del mundo y las naciones, una respuesta es el localismo. Es decir, consumir productos de tu entorno geográfico más próximo, en la medida de lo posible.
En lo que a comida se refiere, como es obvio, intentar consumir alimentos que se produzcan en áreas próximas a la ciudad donde se viva. De esta manera, favoreceremos la economía local y reduciremos la contaminación al evitar que ingentes cantidades de alimentos sean transportados, en ocasiones, miles de kilómetros, con lo que ello supone.
En consecuencia, dejaremos de tomar muchos alimentos que no son imprescindibles para nuestra dieta o, que si lo son, son sustituibles por otros más próximos. La cuestión no es eliminar las frutas y las verduras, por poner un ejemplo, simplemente que si en vez de un pomelo o una papaya (de origen tropical), hay que comer otro tipo de fruta más natural a tu entorno, no pasa nada. O mismamente, estableciendo un símil con el pescado, si tienes que comer sardinas porque en tus costas no hay salmón, lo mismo. Esto, además, serviría para recobrar cierta identidad respecto al medio que nos rodea.
No es una negación a lo 'ajeno', no hay problema por comer cosas 'exóticas' de vez en cunado, pero no como norma y siempre intentando que sea con productos cultivados 'en casa'. Esta propuesta responde unicamente el deseo de preservar nuestra cultura gastronómica, parte también de nuestra identidad como pueblo y que muchas veces es reflejo de la idiosincrasia de este. Además de evitar, gracias a la globalización, que esta cultura se pierda en el tiempo. Aunque, uno que escribe, reconoce que a veces le es dificil evitar comer 'cualquier cosa' por el estilo de vida que se nos impone.
Volviendo sobre nuestros pasos y siendo sinceros, lo ideal sería que cada región, organizada en comunas, pequeñas comunidades o como demonios se prefiera llamar, se pudiese abastecerse de lo producido en la zona. Para ello, claro está, habría que cambiar muchos aspectos que van desde el estilo de producción (producir para consumir y no para especular), evitar la especialización de los cultivos, la construcción incontrolada o, incluso, que el campo gane terreno a aquellas zonas donde se edifica gratuitamente. Intentar cierta ‘involución’.
Otro aspecto interesante, sería el consumo de carne. Reducirlo, que no suprimirlo, repercutiría positivamente en tanto y cuanto mejoraría nuestra calidad de vida –muchas veces comemos carne en exceso- y, de igual manera, gran cantidad de materias primas que son destinadas a alimentar al ganado en masa, podrían ser utilizados para alimento humano. Por establecer una comparación, si se utilizan 200kg de X materia prima, pongamos trigo, para alimentar a cualquier animal, este produce únicamente 20kg de carne. No se si las equivalencias son correctas, pero para que nos hagamos una idea.
Aunque supone desviarse un poco del tema, esto viene a entroncar con la cuestión del hambre. Se estima que nuestro planeta puede dar de comer a la población mundial actual con suficiencia e, incluso, si esta fuera mayor, entre 2.000 y 3.000 millones de personas más. ¿Dónde está el problema? En muchas ocasiones se tiran excedentes para que así los precios no sean demasiado bajos y reporte beneficios, en otras se dedica excesivamente el terreno cultivable para producir alimentos que suponen un mayor beneficio económico que otros, la especulación con productos como el maíz o el arroz que son destinados a la producción de biodiesel -el combustible del futuro- , etc. Aunque no se hasta que punto es real eso de que nos sobrealimentamos, gran parte de la culpa del hambre, es del sistema capitalista actual. No es cuestión de capacidad planetaria, más bien de voluntad política y económica.
Volviendo al tema del localismo, en lo referente a aquello que va más allá de la alimentación, la misma fórmula. Sin embargo, en este plano es mucho más difícil llevar a cabo nuestros propósitos ya que la globalización ha generado fenómenos como la deslocalización y ha desprovisto a muchos países de los medios necesarios para producir su propio género, por no hablar de aquellos que nunca los tuvieron.
Como en el caso anterior, deberíamos exigir que lo que se consume en este país se produzca en este país y, por supuesto, que se produzca para el país, no para la usura. Para ello, de nuevo, habría que cambiar muchas cosas en la economía nacional, los modos de producción, el sistema económico en si, además de planificar, proveer a la nación de las infraestructuras necesarias… El problema es que muchos productos ya no se fabrican aquí y por ello, nos vemos obligados a comprar de otros países.
Para aquellas regiones en las que falten materias primas para fabricar algún bien, se establecerían sistemas de mutualismo o intercambio de bienes y servicios en función de la necesidad de cada país. Sistema el mutualista que, por supuesto, se podría aplicar al plano de los individuos. Al respecto, cabe destacar la obra de Proudhon...
En general, pido perdón si he metido la pata con alguna propuesta. No soy un experto en el tema, ni mucho menos, y tampoco se trata de un análisis exhaustivo de ninguna teoría económica concreta, son simples esbozos de una idea. Personalmente, a pesar de lo poco que se y en función a mi forma de pensar, el localismo y mutualismo se estilan como formas coherentes y sostenibles a la hora de hablar de las relaciones de producción de aquí a un futuro a largo plazo. Eso si, para ello se precisa un cambio revolucionario…